Al comienzo de la pandemia de coronavirus, incluimos las palabras “distanciamiento social” en nuestras vidas. Durante meses, hemos evitado besos, abrazos y caricias con personas no convivientes para evitar posibles contagios y problemas de salud. En esta entrada, descubrirás los beneficios del contacto físico.
Lógicamente, en una cultura tan dada a la calidez y el contacto directo como la mediterránea, esto ha supuesto un cambio radical en nuestras vidas que no todo el mundo ha asimilado con facilidad. Tanto es así que la soledad y la falta de contacto físico nos pueden incluso hacer enfermar.
Por suerte, la vacunación y la explosión de ómicron, una variante muy contagiosa pero muchísimo menos grave, nos hace avistar el fin de la pandemia a la vuelta de la esquina. Desde Canal Sénior queremos aprovechar para contarte los beneficios de retomar el contacto físico, los abrazos y las caricias. ¡Recuperemos lo perdido por la pandemia!
La necesidad de contacto físico es algo ancestral
Los humanos somos seres sociales, eso está fuera de toda duda. Desde los orígenes de nuestra especie, nos hemos organizado en tribus para sobrevivir y apoyarnos los unos a los otros. Una de nuestras señas de identidad es que somos de las pocas especies animales que cuidan de los enfermos, lo cual da idea de nuestro compromiso de los unos con los otros, por muchas atrocidades que hayamos cometido los humanos a lo largo de la historia.
Dada la importancia que tienen las relaciones interpersonales respecto a nuestro devenir como especie, hemos de saber que nuestro impulso por relacionarnos está completamente integrado en nuestra fisiología. La llamada ‘sed de contacto’ es un término estudiado en psicología para hacer referencia a la necesidad de contacto físico humano.
Debido a nuestros circuitos neuronales, los seres humanos necesitamos contacto físico casi con tanta fuerza como necesitamos cubrir necesidades básicas como alimentarnos. Esta necesidad varía, como es lógico, con las etapas de la vida.
Durante las primeras horas después del parto, los niños necesitan el contacto físico con sus padres para su correcto desarrollo físico y mental. Esta necesidad de contacto físico se mantiene durante toda la infancia hasta la adolescencia, cuando se experimenta un rechazo de contacto físico hacia los padres.
En la edad adulta, el contacto físico sigue siendo primordial para nuestro bienestar, como veremos más adelante. En la etapa sénior, la inevitable y progresiva vulnerabilidad nos hace más dependientes emocionalmente de los abrazos y las caricias.
Te explicamos los beneficios del contacto físico
La piel es casi literalmente una extensión de nuestro sistema nervioso. El sentido del tacto está formado por millones de receptores que nos permiten sentir la textura y calidez de lo que nos rodea. Cuando estimulamos este sistema, conseguimos liberar varias hormonas que nos proporcionan sensación de bienestar y confort.
Los abrazos y caricias provocan señales en nuestro cerebro, las cuales a su vez inducen una reducción en el cortisol, conocida como la hormona del estrés. Esta es la principal razón por la que los abrazos nos provocan una sensación de paz.
Además, este contacto tiene otros beneficios para nuestra salud. La reducción de cortisol favorece la producción de linfocitos, las células encargadas de nuestro sistema inmune. Así pues, el contacto físico nos puede proteger, casi de manera paradójica, de las infecciones.
El contacto físico entre personas tiene efectos sobre otras hormonas. Activa los circuitos neuronales de la recompensa, favoreciendo la liberación de oxitocina, dopamina y serotonina. Todas estas hormonas tienen un importante papel en nuestra salud mental, pues nos hacen sentir recompensados, nos calman e inducen una sensación general de bienestar.
¿Has oído hablar del abrazo de los 8 segundos? Es una propuesta de varios doctores y psiquiatras de todo el mundo para mejorar nuestro bienestar. Según estos, las prisas y rapidez del mundo moderno reducen los abrazos a la mínima expresión, a un acto protocolario.
Si alargamos el tiempo que nos abrazamos a ocho segundos o más, le damos tiempo a nuestro cuerpo y mente a ser conscientes del abrazo y a liberar las dopamina, serotonina y oxitocina en la cantidad adecuada para que tengan un impacto positivo en nuestra salud.
El contacto físico y las relaciones sociales
El contacto físico no sólo nos hace sentir mejor y mejora nuestra salud, sino que tiene la capacidad de mejorar nuestras relaciones con los demás. El contacto físico induce en los demás una sensación de confianza y complicidad, siempre que no nos extralimitemos, claro.
Según algunos estudios, establecer un contacto físico sutil con los demás, tal como un toque amable en la parte superior del brazo, aumenta claramente la probabilidad de que la otra persona acepte nuestras peticiones. Los toques sutiles, palmaditas amistosas y otro tipo de toques forman parte de muchas negociaciones, en lo que parece un ritual ancestral para ganarnos la confianza del otro.
Volver a sentirnos piel con piel
Han sido dos años de pandemia muy duros. Aparte del terrible balance en personas fallecidas y enfermas, el otro gran balance de la pandemia tiene que ver con nuestra salud mental. La recomendación de no establecer contacto físico con otros, aunque por supuesto bienintencionada, ha supuesto que muchas personas hayan eliminado completamente el contacto físico con sus semejantes como si esto no tuviese ninguna consecuencia negativa. Como hemos podido ver, esto no es así. Saludar con dos besos, abrazar a nuestros hijos y nietos son rituales no sólo culturales, sino costumbres muy arraigadas en nuestra mente que tienen consecuencias directas sobre nuestra salud.
Si eres de las personas que todavía se encuentran reticentes al contacto físico tras tanto tiempo de restricciones sociales, desde Canal Sénior queremos animarte a que superes tus miedos poco a poco y en la medida de lo posible. Saludar dando la mano o abrazar a nuestros seres queridos puede mejorar enormemente nuestra salud y bienestar.